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Mostrando entradas de febrero, 2018

El eterno silencio

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  Aunque no era mi intención, hoy aprovecho mi momento de soledad antes del trabajo para abrir de nuevo la puerta al Cuarto de Pensar. Porque a veces me pasa que, en días mustios y lluviosos como este, aparte de conseguir un maravilloso peinado de leona gracias a la humedad, también me da por meditar. Hoy he estado pensando en el silencio. Como ya sabrá a estas alturas todo el mundo que me lea, voy semanalmente a un grupo de psicoterapia. Este grupo está formado exclusivamente por mujeres y la terapia (cosa que agradezco mucho) ancla sus raíces en la educación en feminismo. No voy a adentrarme mucho en mi experiencia con la terapia de grupo, si acaso mencionar que está resultando bastante positiva a pesar de mi escepticismo inicial y de lo hermética que tiendo a ser. Pero, al caso.  Da la casualidad de que soy la más pequeña del grupo. Salvo una chica con la que no me llevo mucho, el resto de mis compañeras vienen de una generación completamente diferente y en la última sesión s

Libros sin autoras

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Esta no era la entrada que iba a publicar en un principio, ya que la semana pasada fue el cuarto aniversario de mi primer blog serio  y quería hacer algo para conmemorar tal fecha. Sin embargo, esto va a tener que esperar. He encontrado algo mucho más importante.  Bueno, miento. No lo he encontrado ahora. Algunas cosas las llevas toda tu vida pegadas a la nariz, pero solo te haces consciente de ellas al pasar por una etapa concreta. Para mí, dicha etapa se inicia desde el momento en el que entendí de verdad el significado de la palabra feminismo .  Ya dejo de divagar, lo prometo. Para ponernos un poco en situación, recordaré una vez más que mi trabajo actual es dar clases particulares. Pues bien, hace muy poco estaba explicando algo de literatura a uno de mis alumnos, un chiquillo de instituto muy preguntón y bastante avispado. Tras resolverle todas sus dudas literarias y comprobar que se sabía lo que le tocaba estudiar para el siguiente día de clase, le di un pequeño desca

Vagabundo

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A ti y al resto de mis bebés de cuatro (o tres) patas. Me sigues, como una sombra que se ata a mis tobillos y no habla. Miras mis manos vacías y te sientas esperando cuanto no puedo darte. ¿Por qué esperas? Me adoras en silencio, como se adora a un dios. Yo callo, porque no sabes que vivo en el infierno. Pero me seguirías. Me seguirías hasta allí sin pedir siquiera un techo, aunque te quemases las patas. No digo nada porque no soy como tú, no tengo el sol en los ojos. No, no tengo sol. Cuanto me queda ahora es un corazón de escombros. Quédatelo. Es tuyo. ¿Oyes cómo llora? Siempre lo ha sido. Ahora te miro y asumo que mi pena será extrañarte por siempre cuando ya no me mires. Pues no puedo más que echarte de menos ahora que tus huellas  no pueden seguirme.

Enfermedades mentales, esas grandes desconocidas

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Hoy me voy a meter en un jardín tal vez algo espinoso, aunque confío en que merezca la pena. Antes de comenzar a redactar la entrada como tal, quiero recordar a quien me lea que yo no soy psicóloga. Soy solo una persona normal y corriente que está aprendiendo a vivir mientras carga con su mochila. Como todo el mundo, pues todos tenemos una mochila a la espalda y todas son de formas, colores, tamaño y peso diferentes.  Es por esto que no voy a abordar el tema de manera muy técnica, sino basándome en mi experiencia y en lo que el tiempo y las terapias me han ayudado a aprender. De hecho, si he decidido adentrarme en un terreno tan espinoso, ha sido por la infinidad de opiniones y debates que este tema genera a mi alrededor.  Las enfermedades mentales están dejando muy poco a poco de ser un tabú. La gente habla de ellas, se mencionan en la televisión, se escriben libros y las redes sociales están repletas de contenido relacionado con estas: personas exponiendo su situación, dando s