Despertar
Muñequita rota, dejas hoy la estantería. Triste, tan triste, los pasos te llevan siempre hacia arriba. A trepar por los peldaños que suplican escuchar tu voz: “¡ habla! Que el cielo comprenda para qué trepas. Habla, déjate si quieres la garganta para reclamar eso que perdiste allá en lo alto. ” Por supuesto, callas. Siempre callas y el universo se pregunta si acaso tendrá beneficios el vivir amordazada. Tal vez tu actual mordaza, concluye, sea el no encontrar respuesta. ¿Acaso importa? Caminas, siempre sin rumbo, las huellas van siguiendo el ritmo de tus huesos al crujir. Ignoran que cada chasquido te clava las ruinas en lo más hondo del alma. Y, a cada metro escalado, el suelo te mira. Fuiste tan hermosa… ¿Qué te has hecho? De tu yo antiguo queda tan solo una sombra con la piel rasgada. Alguien osó nombrar al sueño señor de tus mejillas de porcelana y los ojos alzaron murallas de un cristal vacío, quedando tan ciegos que los espejos lloran cuando acudes a ellos buscando