Vagabundo

A ti y al resto de mis bebés de cuatro (o tres) patas.


Me sigues, como una sombra
que se ata a mis tobillos
y no habla.

Miras mis manos vacías
y te sientas
esperando cuanto no puedo darte.

¿Por qué esperas?
Me adoras en silencio,
como se adora a un dios.

Yo callo, porque no sabes
que vivo en el infierno.
Pero me seguirías.

Me seguirías hasta allí
sin pedir siquiera un techo,
aunque te quemases las patas.

No digo nada
porque no soy como tú,
no tengo el sol en los ojos.

No, no tengo sol.
Cuanto me queda ahora
es un corazón de escombros.

Quédatelo. Es tuyo.
¿Oyes cómo llora?
Siempre lo ha sido.

Ahora te miro y asumo que mi pena
será extrañarte por siempre
cuando ya no me mires.

Pues no puedo más
que echarte de menos
ahora que tus huellas 
no pueden seguirme.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Enfermedades mentales, esas grandes desconocidas

Despertar

Mía